Ricardo López

Ricardo López

“Sin abejas, desapareceremos en seis años”

Con 170,000 abejas por hectárea, Ricardo trabaja duro todo el año para revertir el gran desabasto de este insecto. Cree que para que vivan las abejas, hay que usar químicos que no las dañen.

Por Martina Spataro

Montado sobre una pickup, Ricardo va rumbo a su casa a recoger el equipo para trabajar con las abejas: unos sombreros con red de protección y un instrumento para echarles humo. La carretera es una recta que se extiende por muchos kilómetros. Atraviesa el seco paisaje de La Laguna en Torreón; “el nombre parece chiste, porque aquí hay todo menos lagunas”, dice el apicultor.

Al borde de la carretera cada tanto hay unos hornos de adobe que se usan para preparar unas de sus famosas gorditas que rellenan de queso, chicharrón prensado y rajas. Todo el paisaje es de colores ocres salvo el rojo vivo y el verde de los árboles de mezquite. “Son endémicos de la zona y aguantan muy bien porque no necesitan agua. Con ellos se hace el
pinole”, explica Ricardo.

Desde chico trabaja con abejas. Ya son15 años desde que decidió iniciar su carrera como apicultor independiente. “Yo no elegí a esta profesión, la profesión me eligió a mí”, platica. Actualmente produce 3,000 abejas reinas por año; unas 120 reinas, en promedio, por semana. Cada colmena tiene entre 40,000 y 45,000 abejas, más la reina.

 

“Dos cucharadas de miel en las mañanas te da energía para empezar a trabajar”.

“En el país hay un desabasto importante de abejas y de reinas, con todo y que hay muchos criaderos. Desde hace unos años disminuyeron 60%”, dice Ricardo. El apicultor considera que eso se debe al cambio climático, a la falta de agua, al mal uso de algunos químicos y a la aplicación de otros que deberían estar prohibidos. “En una ocasión perdí 80% de las colmenas con las que estaba trabajando para una hortaliza porque aplicaron mal los químicos. Si la gente usa los adecuados y los aplica en la noche, no les pasa nada a las abejas. Prueba de ello es que hoy esos insectos toman el agua en donde están los químicos y siguen con sus vidas como si nada”, asegura mientras activa el aire acondicionado.

Al existir agroquímicos que no dañan a las abejas, el apicultor cree que deberían dejar de usar productos que ya están prohibidos en Estados Unidos. “En La Laguna hubo una plaga muy agresiva en 2014 y como no la pudieron controlar, aplicaron demasiados productos y poco a poco contaminaron el agua y la tierra, por lo que muchos insectos benéficos murieron”, dice. “Aquí en México hay una cultura mal infundada sobre el uso del malatión, en lugar de que compren productos que son más caros, pero mejores, que no dañan a las abejas. Además hacen muchas más aplicaciones de lo debido y si compraran los más caros que son más eficientes, se terminarían ahorrando dinero”, agrega.

Para el apicultor, es importante que todos se responsabilicen de cuidar a las abejas porque, al final, “75% de todo lo que comemos depende de que ellas hagan su trabajo de polinización”, explica López Hernández. Todos los productores se tienen que involucrar en la problemática del desabasto de estos insectos porque “pueden morir en plantíos de otras personas debido al mal uso de químicos. Esto nos afecta a todos. Si desaparecieran todas las abejas, en seis años nos extinguiríamos todos. Es fuerte, pero es una realidad.”

El trabajo de Ricardo consiste en atender a las colmenas para que trabajen distintos cultivos y mejore la producción. Hay productores que contratan sus servicios por un año entero. Según el apicultor, por cada hectárea de cultivo, hay que trabajar con tres, o mejor cuatro, colmenas; es decir, con 170,000 abejas en promedio.

“Las abejas recorren tres kilómetros sobre su propio eje, no más. Por eso, hay que ponerlas cerca del cultivo”, comenta Ricardo. Además, tienen que estar ubicadas de forma estratégica para que tengan sombra y viento por la tarde y la mañana, si no ellas se estresan. Todas las abejas pueden ser agresivas si las molestas, pero la genética de las abejas dota su carácter. “Por eso nosotros buscamos una línea genética no agresiva para que puedan convivir de forma amena con los trabajadores del campo”, explica.

Ricardo baja de la pickup (o más bien “picap” como dicen en el norte), recoge su equipo y emprende la ruta hacia unas hortalizas donde trabaja con sus abejas. Maneja en silencio sobre la recta larga. De pronto dice “mira, qué suerte, te toca ver las primeras gotas lluvia del año. Mis abejas van a ponerse bien contentas”.

Ricardo López

Lugar

Torreón, Coahuila

Profesión

Apicultor independiente

Abejas

170, 000 en promedio

“Para cuidar a las abejas, hay que cuidar también el agua”

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